EL DON DE LA OBVIEDAD.
Conocí a Nicanor Parra en Chile hace ya muchos años. Nada grave, otro más de esos absurdos encuentros donde hacen agenda los poetas. Entonces ya era un dios, muy por encima, a distancia de luz, del todavía gonzalo rojas con minúscula.
Yo, que seguía siendo analfabeto, conocía muy de lejos (a 10.135 km exactamente) la poesía de Parra (pero ¿cuál de las poesías que hay en Nicanor?) y a la vuelta de Chile seguía siéndome igual de innecesaria. Es necesario respetar los gustos de todo el mundo. Estoy seguro de que al jurado le gusta la poesía de este hombre, pero a veces también pienso que en los Grandes Premios pesan mucho otras circunstancias: cierta proximidad al más allá (en el que la mayoría no creen), ciertos complejos ideológicos que en ocasiones se tiene la debilidad de reparar, y otras se dan al peso. Al peso de la obra en kilogramos, quise decir.
Ahora resucitan todos los empolvados videos de este poeta chileno y lo que antes parecía cabriola, ocurrencia, pataleta izquierdante, ahora le parece a todo el mundo otra gran genialidad de un gran genio desapercibido. Es lo bueno que tienen los grandes premios. Saben hacer grandes a los pequeños y hacen disfrutar a los pequeños de la grandilocuencia que mana y se mama de los medios informativos (es un buen nombre este de “medios” informativos. Sólo en términos medios se mide lo mediocre).
Aunque ahora sea menos fiel a la medida y al tedioso sonsonete endecapléjico sustentado silábicamente en adjetivos (el poeta, afortunadamente, ya no utiliza la doble adjetivación para que le salga un endecasílabo “la venenosa luna miserable”) aunque a veces le resbale la medida (“Qué os parece mi cara abofeteada”) seguirá sin ser necesaria para mí su poesía. Pero está bien que otros que no la conocían se planteen cómo fue posible su vida sin saberlo. Yo podré subsistir, que nadie se preocupe. Ya me he acostumbrado a vivir en este mundo sucesiva y sucesoriamente monográfico.
Mucho me temo que vamos a estar subidos a la parra un año entero. Y bebiendo de un vino que no sabe emborrachar. El Don de la ebriedad sustituido por el de la obviedad.
Ya sé que me he ganado uno cuantos inadeptos más. Es lo que tiene... uno se queda calvo de leer según qué cosas.
EPITAFIO |
Yo soy Lucila Alcayaga alias Gabriela Mistral primero me gané el Nobel y después el Nacional a pesar de que estoy muerta me sigo sintiendo mal porque no me dieron nunca el Premio Municipal Nicanor Parra, de Poemas para combatir la calvicie. |