Los toros de Osborne también son escolásticos, o cómo Toni Cantó se crece sin castigo.
Por
si alguien tiene a estas horas el necesario estómago intelectual
para soportar a este botarate (es la mejor palabra que lo define:
hombre alborotado y de poco juicio), le dejo aquí la ventana por
donde puede asomarse.
Toni
Cantó, alborotado y alborozado, otro títere encantado de pensar que
se le está ocurriendo a él mismo lo que alguien le ha escrito. Se
le nota en la cara, sabe que es el mejor discurso de la historia
parlamentaria. Y por si alguien pensase en poner en duda su argumento
acude a la “autoritas” citando las fuentes que crearon su
partido.
1ª
PERLA:
“Estrictamente
hablando, los animales no tienen derechos a la par que tampoco tienen
obligaciones”.
Así
pues, yo propongo la inmediata puesta en libertad de todas las
gallinas ponedoras, cerdos, vacas, ovejas y animales de tiro y
producción.
Estrictamente,
“tu
quoque, Cantó, fili mi”, nadie tiene “per
se” ni un sólo derecho. Los derechos se otorgan como un intento de
ordenar nuestra percepción del mundo y son una parte de la
arquitectura social que nos permite precisamente ser seres sociales.
Su alcance también está delimitado por la propia sociedad que los
concede. Esos derechos a la vida y la libertad ni son ni nunca han
sido universales más que en las hermosas declaraciones que hacen
políticos como tú. Los derechos nacen de sociedades que reflexionan
sobre su propia esencia individual y colectiva, y su alcance llega
estrictamente donde alcanza su poder para imponerlo. ¿Has caído? He
escrito dos palabras clave: “poder” e “imponer”. Ahí te las
dejo por si te queda libre algún mega de memoria RAM, a corto plazo,
que dirían los estudiosos de la fisiología del cerebro.
2ª
PERLA:
“Ya
que al carecer de libre albedrío y capacidad de decisión no podemos
considerarlos sujetos éticos capaces de discernir entre el bien y
el mal”
Por
ese mismo razonamiento, tan escolástico, podríamos seguir
justificando toda forma de esclavitud y sometimiento. Ahí tienes a
los niños esclavos/soldado, los esclavos de Sudán, los intocables
de la India, y a millones de mujeres a las que,
hoy mismo, se las sigue considerando en muchísimos países seres sin
libre albedrío y sin capacidad de discernimiento. Razonamientos como
el tuyo impidieron que en nuestro país la mujeres pudiesen votar
hasta hace poco. Ah, otra cosita y gracias al mismo razonamiento
¿deberíamos hacer corridas de mujeres? -aquí me van a salir varios
graciosos, ya verás- ¿de niños y de esclavos?
Mi
querido “tu
quoque, Cantó, fili mi”,
es la misma sociedad la que se considera capacitada para otorgar esos
derechos la que también los quita, los olvida, los desprecia o ni
siquiera se los imagina. No sé si estoy siendo demasiado complicado
para ti. Quiero decir que eso que tú das -tan escolásticamente-
como un hecho irrefutable proviene de una conciencia religiosa, es
decir pre-racional, ligada al concepto de creación
(Génesis
1:26):
"Y
Dios creó al hombre conforme a su semejanza, para que ejerza dominio
sobre todas las bestias, sobre los peces del mar, sobre las aves del
cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil
que se arrastra sobre la tierra."
Ten
cuidado si alguna vez te toca arrastrarte sobre la tierra, Toni,
porque a ese mismo Dios se le olvidó añadir “sobre los
semejantes”, bah, una tontería que el mismo hombre se propuso
arreglar desde el principio.
En
la mal llamada cuna de la democracia, la Grecia del siglo V antes del
Cristo al que tú apelas obviamente sin saberlo y sin que el propio
Cristo lo sepa tampoco -toda tu argumentación es escolástica, es
decir, medieval- sólo el 10 % de la población gozaba de esos
derechos de los que hablas. El resto, trabajadores, campesinos,
esclavos y MUJERES, estaban excluidos.
3ª
PERLA:
“Sin
embargo la capacidad de sufrimiento y la percepción del dolor
establece una continuidad entre animales racionales y animales
irracionales. Esa continuidad no transforma a las bestias en nuestros
iguales éticos. Todo contrato implica igualdad entre las partes, Con
los animales no puede haber contrato, este es el fondo del asunto,
sólo puede haber trato. El maltrato con los animales no es un
atentado ético, no viola ninguna obligación moral para con ellos,
nuestra brutalidad con los animales nos hace menos humanos pero lo
cierto es que los toros, todos los animales, no tienen dos de los
derecho fundamentales que nosotros tenemos: el derecho a la libertad
y el derecho a la vida”.
Seguimos
escolásticos o algo bastante peor, nótese el uso de la palabra
“bestia”, tan bíblica, tan antigua, tan casposa. En las
sociedades en las que a los animales se les llamaba “bestias”,
aquí sí con carga “moral” -como todo tu discurso- “tu
quoque, Cantó, fili mi” no podrías cobrar
por lo que haces.
Para
mezclar “conciencia”, “humanidad”, “ética”, “libre
albedrío”, “el bien” y “el mal”, etc. como si fuesen botes
de salsas que están en la cocina, créeme, hay que ser buen cocinero.
Y estudiar un poco. ¡Ay, Sabater, ya ves que estudiar tampoco arregla nada, hay cosas que provienen del cerebro de reptiles y que gente como tú ya no sabe discernir. No sé qué será peor, un mal profesor o un buen discípulo.
¿Pero
qué le pasa a este tío? ¿Nunca le han regalado ni siquiera un pez
como mascota cuando era niño? ¿O es que también es de los que
dice esa bonita frase: “tiene memoria de pez”? Como resulta que,
para quienes dicen esto, “pez” es cualquier cosa que esté dentro
del agua, yo tampoco voy a tener reparos en distinguir “clase” en
su sentido taxonómico. De modo que las ballenas, los salmones, las
tortugas, las anguilas... vuelven al mismo sitio tras recorrer
millones de km sólo por pura casualidad. ¡Como me salga alguien
ahora haciendo confusión con “instinto”, “biología”,
“fisiología” y sus derivadas de inteligencia, memoria,
conciencia, etc. verás!
Cuando
una persona elige un chuletón de Ávila en vez de una lechuga se
llama inteligencia. Cuando mi perra, mientras voy a por el cuchillo a
la cocina, elige la pizza recién traída en vez de su pienso en
bolas, o la lata de atún de la ensalada en vez del chusco de pan es
instinto de toda la vida. Todo el mundo sabe -y no hay que ser Konrad
Lorenz- que los cánidos, antes de la domesticación, cuando tenían
hambre llamaban a Telepizza. En su desarrollo evolutivo los delfines
no han necesitado ordenadores portátiles. Aunque ahora no les
vendrían nada mal para intentar defenderse de nosotros.
Cuando
el ser humano en exclusiva se atribuye el don de la racionalidad me
retrotrae a aquellos tiempos donde la única forma de pensamiento
acertada y aceptada la imponía la Inquisición. Nuestra propia
concepción antropocéntrica, por cierto, muy antigua y estrictamente
acientífica, contamina y propicia un estado de conciencia muy
sesgado que impide, tantas veces, hacernos cuestionar el papel que el
humano se ha atribuido dentro del universo.
Me
resulta
tan grotesco, tan obsceno intelectualmente, escuchar a tantos
tertulianos “Tertuliani,
vil
razza dannata”,
como diría Rigoletto, que los toros se crecen, que les gusta, que no
sienten dolor, que para ellos morir en la plaza es una muerte con
honor... Para esto sí que lo toros tienen conciencia, moral,
planteamientos éticos y estéticos... ¿De dónde viene el honor,
mamarrachos?
A
dónde quiero llegar, estarás pensando,“tu
quoque, Cantó, fili mi”. Pues mira, a algo
tan sencillo como que las cosas cambian, las leyes, las costumbres, y
también -y sobre todo- eso que tan estúpidamente llama cultura a
cualquier cosa (cultura en sentido laxo, que diría el filósofo; es
decir, desde dar con una piedra sobre un coco para beber la pulpa
(monos y humanos) a utilizar un instrumento para un fin (como tocar
el violín, cortar una manzana o como el pájaro que usa una el tallo
de una espiga para sacar orugas de la corteza de un árbol).
Hay
un gran problema en todo esto. Que ese cambio está en manos de gente
como tú. ¿Quién te ha dado a ti el derecho a decidir sobre la
vida? Todavía no lo pillas ¿verdad?